Al Hakam II o Alhakén II nació en Córdoba en Enero del año 915 y fue el hijo de Abderramán III, primer califa Omeya de Al- Andalus, a quien sucedería en el cargo tras la muerte de este.
Abderramán III eligió a Al Hakam como su sucesor cuando aún era muy joven: contaba con la edad de 8 años, una decisión que sin duda fue acertada. Una vez que el califa había tomado esta determinación hubo un cambio en la vida de Alhakén, pues a partir de ese momento empezó su proceso de formación para algún día ser califa, un cargo de responsabilidad ya que ese título conllevaba el que además de ser el dirigente político, sería también un lider religioso, por ello su educación tenía que ser muy completa.
Abderramán III puso la educación de su hijo en manos de los mejores maestros en distintas disciplinas, el cuál mostraba inquietudes por el saber desde muy temprana edad, y él mismo hacía que Al Hakam le acompañara para que aprendiera y le ayudara tanto en las labores administrativas como en las militares, yendo con él incluso a diferentes campañas militares, como ocurrió en las ultimas incursiones contra el famoso rebelde Omar ben Hafsun.
Otras de las medidas que tomó fue que su hijo no tomara esposa hasta que fuera nombrado califa y esto no ocurrió hasta el año 961 tras la muerte de Abderramán III y cuando Al Hakam contaba con 47 años de edad. Tomó esposa pero no consiguieron tener hijos juntos, sin embargo una de sus concubinas, en concreto Subh, le dio dos hijos: Abderramán, que desgraciadamente murió a los pocos años de nacer, y Hixam, a quién el padre nombró heredero y con el tiempo se convertiría en Hixam II, a quién desgraciadamente manejaron entre su madre y el que sería el lider de facto del califato cordobés, el famoso Almazor, empezando así el ocaso del Califato Omeya de Al-ándalus.
Alhakén fue definido como un hombre culto, piadoso, tolerante, religioso, de ahí que cuando fue nombrado califa ostentara el sobrenombre de “al-Mustánsir bi-l-Lah” que significa: el que busca la ayuda victoriosa de Alá.
Fue un gran gobernante que supo imponerse cuando debía, como por ejemplo con alguno de los reinos cristianos del norte de la península, que siendo vasallos de Al-Ándalus, no quisieron cumplir los pactos a los que habían llegado con el primer califa, con Abderraman III. Aunque de carácter diplomático, Alhakén no dudó en recurrir al poder militar, que le proporcionó importantes victorias y con el que quiso demostrar su determinación. Como muestra podemos mencionar las importantes victorias en su campaña del 963 contra la coalición cristiana del rey Sancho I, que le llevó, entre otras cosas, a la recuperación de la plaza estratégica de San Esteban de Gormaz.
Para la gestión de Al-Ándalus se rodeó de personas de diferentes creencias y disciplinas, pues para él lo más importante eran los méritos de cada persona, lo válida que era para realizar una determinada tarea. Es por ello que durante su gobierno se consideraba no fuera tan determinante la religión, el estrato social e incluso el sexo para alcanzar un puesto relevante en el gobierno y la administración. Por ejemplo, su secretaria más famosa fue Lubna, una mujer con una gran formación y que hizo una labor excepcional para el califa – Aunque indudablemente el ser mujer suponía un enorme obstáculo para escalar en la posición social, no son pocos los ejemplos de mujeres que ostentaron cargos de importancia durante la época de Al Hakam II.
Es también sabido que fue un hombre culto que quería atesorar todo el saber que le fuera posible, de ahí que durante su califato consiguiera la biblioteca más grande de todo occidente, de la que se dice que guardaba 400.000 volúmenes de las más variadas materias. Estos libros los mandaba copiar e ilustrar para que el saber pudiera ser preservado de generación en generación. Destacó su búsqueda de libros por diferentes lugares del mundo consiguiendo ejemplares muy codiciados o el envío de obras como regalo hacia él de gobernantes de diferentes lugares.
Desgraciadamente su gobierno duró muy poco tiempo, 15 años. La enfermedad se lo llevó en Octubre del año 976, terminando así con el periodo más floreciente de toda la historia de Al-Ándalus.
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