Abderramán III nació el 7 de Enero del año 891 en Córdoba en el seno de lo que quedaba de la dinastía Omeya en Al Andalus. No tuvo una infancia fácil por las circunstancias que rodearon su vida. Su padre Muhammad fue asesinado por su propio hermano Al-Mutarrif quien acabó muerto por orden del padre de ambos, el emir Abd Allah abuelo pues de Abderramán y quien se ocupó de criarlo y educarlo eligiéndolo, con el paso de los años, como su heredero poniéndolo por encima de sus propios hijos.
Así Abderramán III llegó a ser emir de Al Andalus en Octubre del año 912. Su gobierno se caracterizó por lograr pacificar todo el territorio que dominaba y que estaba bastante convulso pues era una época de rebeldías y confabulaciones contra el poder emiral. Entre todos estos problemas políticos surgió el califato fatimí en el Norte de África lo que le llevó definitivamente a
autoproclamarse califa de Al Andalus en el año 929. Como consecuencia de esto Abderramán no sólo ostentó el poder político sino también el poder religioso.
A partir de ese momento adopta el sobrenombre de al-Nāṣir li-dīn Allah, que viene a significar: el que combate triunfante por la religión de Alá. Fue jefe espiritual de todos los musulmanes de Al Andalus y protector de los cristianos y judíos que vivían en dicho territorio, siendo su nombre proclamado desde todos los alminares de la ciudad cuando se llamaba a la oración del viernes.
Gracias a la convivencia entre las religiones y a la inteligencia de Abderramán III, Al Andalus fue el lugar más floreciente, cultural y científicamente hablando, de toda Europa. El primer califa Omeya de Al Andalus estaba considerado como un hombre culto, formado, liberal, generoso, inteligente y perspicaz a la par que rígido e incluso cruel con sus enemigos. También tenía fama de
ser demasiado amante del lujo y el fastuoso protocolo y de ser poco devoto, cosa que le fue muy criticada por algunos sectores religiosos.
Además de por todo lo dicho anteriormente, Abderramán III es conocido por ser el califa que manda construir la ciudad palatina de Medina Azahara, “la ciudad brillante”, en el año 936 y a la que traslada la corte 10 años después de dicha fecha.
Fue una ciudad construida de nueva planta como era tradicional hacer, en el oriente islámico, cuando se nombraba a un nuevo califa. Dotada de las mejores infraestructuras conocidas en la época, como por ejemplo canalizaciones para el agua corriente y el sistema de alcantarillado, Medina Azahara fue el culmen de la arquitectura y el arte musulmán andalusí.
Y fue allí en Medina Azahara, la ciudad que él mismo mandó construir, donde falleció, en el año 961, el primer califa omeya de Al Andalus, aunque fue enterrado en la rawda (mausoleo) de los gobernantes omeyas del alcázar de Córdoba.
Hoy en día sólo se ha excavado alrededor de un 12 por ciento del yacimiento arqueológico de Medina Azahara, lo que ha bastado para darnos cuenta de la fastuosidad y de la maravilla que fue y que sigue siendo esta ciudad. Es por ello que en Julio de 2018 ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, fomentando con ello su conservación y la continuación del estudio de la misma, pues es seguro que esta ciudad aún esconde muchos secretos y sorpresas que están ahí esperando a ser descubiertas.
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